El término Arte Urbano o arte callejero, traducción de la
expresión de habla inglesa street art, hace referencia a
todo el arte que se realiza en la calle (reflejado en el grafiti, teatro callejero, música en la calle, bailarines
urbanos, entre otros), el cual en los últimos años ha ido ganando un
espacio determinante en la construcción de la imagen visual y sonora de las
grandes ciudades alrededor de todo el planeta -aunque para aquello que nos
compete, las artes plásticas serán nuestro referente como máxima expresión del
arte urbano-; siendo así los antiguos grafitis de protesta o como forma de
representación de los aspectos de la cultura popular de una región o zona
específica, así como de visualización de sus movimientos sociales, caracteres e
imágenes que “ensuciaban” las paredes de las urbes los cuales han ido
evolucionando y dando cabida a verdaderas obras de arte, coloridas y de gran
formato –algunas veces–, definiendo la apariencia e identidad de barrios y
ciudades enteras.
El Arte
Urbano en la ciudad de Bucaramanga no ha sido la excepción a este fenómeno
global y en nuestra “Ciudad de los Parques”, un grupo de jóvenes artistas urbanos
han liderado proyectos, creando colectivos artísticos y propiciando espacios
para dar a conocer su oficio, mostrando al desprevenido público la creatividad
en sus diseños y la diversidad de sus estilos. De esta manera actualmente en
nuestra ciudad y su área metropolitana no existe un sólo barrio donde no
podamos apreciar en cualquier pared, puerta, acera o poste de luz -a manera de
lienzo improvisado-, algún decorado intencional con mensajes o grafismos,
dibujos o ilustraciones para mostrarnos con retintín un termómetro acerca de
nuestra sociedad y su desarrollo.
La
integración entre el arte de la calle, el tejido social y el Museo de Arte
Moderno de Bucaramanga como baluarte del arte y la cultura en la ciudad, es lo
que a continuación en nuestras paredes van a poder apreciar con la muestra
colectiva de artistas urbanos De la Calle
al Museo… El arte urbano acontece donde deba hacerlo y esta vez sucederá en
el espacio del museo en Bucaramanga.
Julián
A. Villamizar
A
modo de “síntesis conceptual”
Reza
el dicho popular “No todo lo que brilla
es oro”, y en el caso de este pseudo “Robin Hood” moderno quien polarizó a
una región y atormentó a un país entero, es algo que se puede tomar por ley;
padres, madres e hijos asesinados bajo el yugo de “El Patrón”, “El Zar de la
Cocaína” o “Don Pablo”, un ser
vil y siniestro que nos dejó un estigma que aún hoy después de casi 23 años de
su muerte, lo tenemos como marca indeleble de lo peor que le pudo haber pasado
a esta noble tierra –Colombia– y que la televisión nacional y extranjera con su
magno poder nos han traído a la memoria una y otra vez. No existe nada de noble
en la leyenda de Pablo, no existe nada loable en cualquiera de sus acciones, no
hay nada bueno que recordar o resaltar porque bajo su disfraz seductor reposaba
un alma trastornada, un psicópata quien vivió sus últimos días como un loco
paranoico.
Lo
único que podemos recordar con dolor acerca de Pablo fueron los 623 atentados que dejaron como resultado
aproximadamente 402 civiles muertos y 1.710 lesionados; los 550 policías asesinados (Escobar
pagaba en promedio 2 millones de pesos por cada homicidio), las 100 bombas que hizo estallar tan
solo entre los meses de septiembre y diciembre de 1989 hacia la población civil
de cualquier raza, credo o edad; las 85 bombas
que detonó el cartel de Medellín entre enero y mayo de 1990 contra la población
en Cali, Pereira, Bogotá y Medellín; las 10 bombas hizo estallar el cartel de Medellín solo en diciembre
de 1992. En 1993 fueron activadas aproximadamente otras 20 en Bogotá y
Medellín; los 700 heridos que
dejó el atentado contra la sede del DAS en Bogotá, en 1989 donde 70 personas
murieron, los 111 pasajeros
que murieron en la bomba que detonó el cartel de Medellín en el avión de
Avianca en 1989. 15.000 personas
murieron, según los estimativos de las autoridades, en los últimos 20 años
relacionados con la guerra contra el narcotráfico. Cinco mil quinientas de
ellas entre 1989 y 1993 durante el auge del cartel de Medellín.
…
¡Yo viví en la época de este señor y lo sobreviví y eso es mucho decir!... Y Pablo
obtuvo su merecida tumba en Colombia.
"V"
Fotografía: Julián A. Villamizar R.