jueves, 18 de noviembre de 2010

RECORRIDOS, SILENCIOS Y DISECCIONES DEL PAISAJE. ESCULTURA

VIAJEROS, GUERREROS Y HABITANTES: recorridos, silencios y disecciones en el paisaje.
Por Germán TOLOZA, artista plástico y docente UIS.

Si miramos rápidamente la historia de la escultura, en gran medida su relación problémica se ha dado desde el cuerpo, incluso en momentos tan cercanos como en el pop art y en el land art en el cual las reorganizaciones del paisaje sus geometrías y recorridos establecieron una conexión cosmogónica en tensión mística con el cuerpo como recorrido, como ritual y como huella.
Un eco primitivo, en los inicios del objeto escultórico-arquitectónico, los dólmenes y menhires, bien señalaban a la memoria el vestigio de alguien amado que había partido, o bien convocaban a la conexión divina o a los flujos del tiempo. Aquí veo un importante ancestro de la relación escultórica con el paisaje, desde una pulsión espiritual del hombre ante sus desplazamientos en la inconmensurabilidad. Menciono lo anterior porque veo relevante que el paisaje es algo que participa con especial presencia en las obras de los tres artistas que participan en esta exposición.


En el caso de Alejandro Castaño el espacio se ve activado, señalado en su inmensidad ante un increíble cambio de escala que dan los elementos que se instalan y que tienen que ver con el recorrido, con el viaje. La barca en su forma elemental, el caballo y la rueda nos evocan en la memoria la esencia de una civilización que se desplaza mágicamente con las tecnologías básicas. Un dejo de impronta en el vacío trae una inefable nostalgia, paisajes que miramos desde arriba y desde la lejanía, elementos que se anclan por su peso metálico, reflejos y sombras que parecen más bien escenificar un mundo teatralizado. El tiempo se rompe mientras un árbol náufrago se va lento en la barca, el cielo y las montañas han desaparecido mientras un caballo se ancla con sus patas largas en la barca, y un hombre pierde su mirada en la niebla de un horizonte perdido.



Las piezas escultóricas de Juan Luis Mesa que llama “cabos del silencio”, son de un mutismo absoluto, el paisaje se ha encapsulado en su armadura. Fragmentos de árbol y fragmentos de otras proveniencias han sido forrados con bandas de metal como si la herida hubiera aprendido a refugiarse eternamente dentro de un arma. Extraños objetos grises, recostados, hacen una extrema metáfora de la violencia.
El “cabo” es el extremo de algo, o lo que queda de alguna cosa y que ha encontrado armadura, se ha hecho herramienta. El artista ha operado de manera similar a la fuerza natural de la mina de sal, donde cae un palo vulgar y que con acción de la química atmosférica y el tiempo se va cubriendo de cristales transformándolo en objeto precioso. No puedo evitar hacer la lectura del “garrote”, instrumento de una época inusitada donde los seres no se soportan, la crudeza hace presencia en una naturaleza revestida de ausencia y de temor. Los objetos escultóricos de Juan Luis me parecen increíbles por la sencillez de su estrategia y la elocuencia del elemento simple, la exactitud de la matemática conceptual y la belleza que puede surgir de la no complacencia de la imagen.


La obra de Fredy Alzate surge de la expedición de ciudad, de descubrimientos de vestigios y fuerzas que se articulan desde los procesos de construcción en latencia con el ser que habita. Unas especies de artefactos y fragmentos de ciudad hablan desde sus formas y accionares. Los elementos parecen asirse a alguna existencia, como segmentos de organismos mayores que reclaman su acción, insertándose, instalándose, afianzándose a algún sentido arquitectónico.

En la obra “En situación” un madero que parece haber formado parte de una casa, se inserta enérgico al techo de la sala intentando enquistarfijar unos remanentes metálicos. La acción objetual es de una vitalidad tal que el gesto subraya lo marginal empotrándose al lugar museístico como una tensión de sobrevivencia. Ese tipo de gesto ha sido clave en la obra de Fredy, donde confluyen el fragmento, el equilibrio, la acumulación y las tensiones de proceso. En “Arquitectura vernácula”, los elementos se instalan ordenados como un verso urbano en el muro y el piso, artefactos de estructura y caucho que parecen organismos estructurales que incuban procedimientos de sobrevivencia arquitectónica, como disecciones de geografías marginadas de ciudad, cuerpos y evidencias, autopsias urbanas.

En Medellín la dinámica de la ciudad ha tenido una fuerza inmensa como accionar del proceso escultórico, y será porque la personalidad con que se inscriben acontecer y paisaje, devenir y organismo urbano, son tan asombrosas
que la misma cualidad fáctica de vivencia de las cosas, las texturas, arquitecturas y el habitante, propician para el artista grandes acontecimientos en su proceso investigativo. Afortunado tener en exhibición estos tres procesos escultóricos que no sólo muestran la calidad individual sino que dan fe de la excelente tradición escultórica que se ha dado en Antioquia y del recurso humano con que cuenta su academia artística ya que los tres desempeñan la docencia en la ciudad de Medellín.

Tomado del catalogo de la exposición.

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